Mi Ciudad, amada, blanca! Ah, esbelta,
Escucha! Escúchame, y te infundiré con mi aliento un alma.
Atiende al sonido delicado de mi flauta de caña!
Ahora sé sin duda alguna que estoy loco,
Pues hay aquí un muflón de hombres malhumorados por el
[tráfico;
Ésta no es una doncella.
Ni podría yo tocar una flauta de caña aunque la tuviera.
Mi Ciudad, mi amada,
Eres una doncella sin senos,
Eres esbelta como una caña plateada.
Escúchame, atiéndeme!
Y te infundiré con mi aliento un alma,
Y vivirás para siempre.