La década de Thatcher...

I.-      ¡Llama por cobrar, Orquídea del Desierto, aquí te espera El Dinero de Norton!

Hace apenas unos días que se me contagió por primera vez el furor británico por las carreras de caballos. Todo sucedió por casualidad: prendí al azar la televisión buscando algún programa potable y de pronto en la pantalla apareció un caballo gris corriendo con elegancia y seguridad, quedándose un poco atrás de sus colegas que se esforzaban locamente, y luego, al final de la carrera, aumentando tranquilamente su velocidad en forma mágica, oronda, para dejar a todos atrás y ganar la copa de oro ante las ovaciones del público. Se trataba, no de una carrera actual, sino de la carrera por la Copa de Oro del año pasado, ganada por Orquídea del Desierto, que desde entonces se abrió un nicho en los corazones británicos.

Quedé prendada y con ganas de ver correr al caballo otra vez, deseo que se me cumplió muy pronto, ya que debía volver a participar en las carreras y todos, pero todos sus admiradores, estaban seguros de que ganaría por segunda vez la copa de oro. Su seguridad se multiplicó cuando el jockey que debía montarlo ganó, tres días antes, otra carrera importante con un caballo en quien nadie se había fijado. Las apuestas se alocaron y de 4 a 10 en contra pasaron, ya durante la carrera misma, a 11 a 10 en favor de DESSI. Yo me preguntaba, sentada ante la televisión y con el radio al oído, escuchando dos versiones simultáneas de la carrera, si DESSI sería el jockey, pero no, era el cariñoso apodo por el cual todos nombraban a Orquídea del Desierto. Había camisetas con letreros e imágenes del caballo, se vendían videos de sus anteriores carreras, DESSI recibió literalmente miles de tarjetas deseándole buena suerte y regalos de sus admiradores y, finalmente, ya el mero día, todo el público, nobles y plebeyos, estallaron en aplausos cuando apareció.

Yo me había instalado jadeante delante de la televisión y escuchaba a los anunciadores que contaban la vida y milagros de Orquídea del Desierto. El dueño, lejos de ser un duque o magnate industrial, es un guionista de cine, que entra en crisis de nervios cada vez que corre el caballo por temor a una caída. No tiene ni mucha experiencia ni mucho dinero, y toma las cosas filosóficamente. Ni siquiera apostó. Claro que el caballo ganador que obtiene la copa no tiene más remedio que entregarle a su dueño la cantidad de 67,000 libras esterlinas, o sea alrededor de 100,000 dólares (explotación vil). Como padre de un niño prodigio el guionista comenta: "Todos me conocen como el dueño de Orquídea del Desierto. Nadie sabe a qué me dedico, sólo les importa saber si lo trato bien."

Mientras tanto los nombres de otros caballos sonaban en mis oídos como poemas seductores, inesperados: Dulce Canalla, Llama por Cobrar, Domingo de Ramos, Nijinsky, Viejo Mefistófeles, Diez +,       Hecho de Dinero, Extrañas Vacaciones, Ninja, El Extranjero, y sobre todo Yajú (un grito de los júligans), y El Dinero de Norton. Si hubiera tenido libras y tiempo de acudir a una oficina de apuestas (hay cuando menos una en cada barrio) les hubiera apostado impulsivamente a todos.

El caballo carismático, que había ganado 17 de 34 carreras en las que participó, y que "ha madurado como una buena botella de vino", tenía, sin embargo, posibilidades de perder. Resulta que es legófilo (o sea que le da por la izquierda), y que la pista de Cheltenham, en donde toda la familia real esperaba en la meta al ganador, es, por el contrario, dextrófila. Además había problemas. Se decía que estaba pateando y mordiendo a todo mundo en el establo. Buena señal, comentó un anunciador, agregando que nunca había estado en tan buena forma Orquídea del Desierto, que de gris va pasando a ser un caballo blanco enteramente, aunque sólo lleva tres años corriendo.

Sin embargo desde un principio DESSI agarró la delantera, saltando calmadamente los obstáculos y mirándonos de frente como quien dice "¿Y por qué no?" con aire de reina (o de rey, nunca averigüé su sexo). No tardó mucho antes de que dejara atrás a la turba equina, y sólo quedaron cuatro delanteros, y luego sólo tres: Toby Tobías, El Dinero de Norton, y Orquídea del Desierto... algo raro porque las apuestas eran desfavorables a Dinero de Norton a razón de 100 a 1, y favorables a Orquídea del Desierto a razón de 11 a 10. Además El Dinero de Norton estaba corriendo por equivocación. Se había registrado en otra carrera pero no llegó, y al último momento lo admitieron en ésta.

Y, por equivocación, después de que Orquídea del Desierto comenzó a resistirse a su jockey, y a no querer correr mucho más aprisa al final, El Dinero de Norton de pronto se despegó de los otros dos, se lanzó como flecha hacia la meta, y dejando a todos boquiabiertos y babeando, llegó primero, dejando a DESSI en tercer lugar.

El dueño del Dinero de Norton se quedó azorado. ¿Pero cómo había ganado su caballo? No se lo esperaba. Un gales enorme que tiene tres caballos de carreras únicamente a quienes entrena él mismo, y es, además, dueño de un establo, ese día se había levantado a las 4 de la mañana a ordeñar a sus 70 vacas, antes de meter al Dinero de Norton en su cabina para hacer el viaje manejando a Londres. En la carrera misma lo había montado un jockey ligerísimo y, al parecer, NORTI, como habrá que decirle ahora de cariño, se alegró tanto del poco peso que voló. Rodeado de reporteros, fotógrafos, jockeys y realeza, recibió con agrado la Copa de Oro, que por cierto es de oro (la vimos por televisión) y le fue entregada por la Princesa Diana. Aquí, una vez más, lo inesperado triunfa y el pueblo, no menos que la nobleza, atiborra y grita. Los vestidos de gasa, los tacones altos, la gran moda conviven con familias de muchos niños, sandwiches y sonrisas. Orquídea del Desierto y El Dinero de Norton comparten los honores con caballos poseídos por príncipes. La Reina Madre y la nieta Ana se regocijan igualmente en las carreras, que Son su locura, y los "bookies" que manejan las apuestas dan un suspiro de alivio. Hubieran perdido unos diez millones de libras colectivamente si hubiera ganado DESSI.

II.-    ¡A que sí! ¡A que no! ¡Ya la Thatcher se acabó!

Tratándose de apuestas el espíritu lúdico de los ingleses no tiene límite. Tan es así que algunas órdenes religiosas femeninas le han entrado al juego como forma de reunir fondos para fines caritativos. El verano pasado tuvo lugar la tercera carrera ecuestre de las monjas irlandesas, empeñadas en juntar dinero para alguna caridad que se me olvida. Una de ellas, de cabello corto y vestida de jockey, montando un caballo que parecía desbocado, lució en foto de primera plana en los periódicos. Más recientemente otras monjas decidieron probar suerte - siempre con fines caritativos y no por afición alguna - jugando al billar. Otras más tuvieron la gran idea de saltar a la cuerda y tomar apuestas. Para mejorar su forma pidieron prestado al instructor de gimnasia de un campo militar vecino, que las puso a hacer ejercicio antes de echarse un mole, vestidas de toca y hábito, ante las cámaras.

Pero no sólo las monjas recolectan dinero por medio de apuestas. En realidad los "sponsored walks" o caminatas patrocinadas no son otra cosa que apuestas. La manera en que funcionan es que cada participante reúne firmas en una forma impresa, prometiendo el firmante pagarle al participante 10, 20, 30 o más peniques por cada kilómetro que completa en la caminata. Mientras más firmas y más aguante más dinero junta y si los participantes son muchos y tienen mucho aguante la suma puede ser muy respetable. Lo que pasa aquí es que hay una apuesta entre el firmante y el caminante: el firmante apuesta a que no va a completar los kilómetros y el caminante a que sí... y el ganador entrega el producto a la caridad indicada. Este sistema tiene sus variantes. El año antepasado una caravana masiva de bicicletas salió de Londres con destino a Oxford para reunir fondos para Nicaragua. Pero la más original que recuerdo en el género fue el maratón solitario de un refugiado chileno llamado Lucho, quien juró que permanecería despierto 24 horas contemplando películas en el cine-club La Scala, que funciona 24 horas al día. Yo firmé y espero haber pagado, no como premio a su heroicidad, sino a su imaginación. Los fondos fueron destinados al comité de refugiados latinoamericanos en que trabajaba entonces Lucho.

El producto de las apuestas no sólo se destina a fines caritativos, ni a tomarse unas cervezas para celebrar. No hay que olvidar que Virginia Woolf y su marido Leonard Woolf fundaron la editorial Hogarth Press, que publicó no sólo a Virginia Woolf, sino a Sigmund Freud, a T.S.Eliot, a John Maynard Keynes (el economista) y a todo un grupo de intelectuales iconoclastas e impublicables, con el producto de una apuesta en las carreras de caballos.

Actualmente se apuesta sobre todo lo imaginable, por ejemplo el premio literario de mayor prestigio en Inglaterra, conocido como el Premio Booker. Cada año en los periódicos aparece la lista fluctuante de las probabilidades, las apuestas bajan y suben, y los prospectivos ganadores no sólo sudan mientras el jurado se decide, sino que a sus sudores se agrega el peso de la responsabilidad por quienes los apoyan con sus libras. Sobre el premio Nobel no apuestan porque no les importa. Los ingleses, después de todo, son insulares y siguen gloriosa pero ciegamente acomodados en su isla y apenas de cuando en cuando asoman la cabeza para ver alrededor.

Claro, también se apuesta sobre quién va a ganar las elecciones. Me sospecho que no tardan en publicarse las probabilidades de que caiga, por fin, el gobierno de Margaret Thatcher. Por el momento las encuestas favorecen al partido Laborista por 21% y el candidato laborista acaba de arrollar al conservador en una elección local en un distrito que ha votado por los conservadores desde 1935.

¿Y por qué? Porque la Thatcher, confiada ciegamente en su suerte y en la adhesión ciega de la mayoría de los ingleses a su persona desde el "glorioso triunfo" de la guerra de las Malvinas, ha ido amontonando uno sobre otro los motivos concretos para que todos, pero todos los ingleses la odien. La más reciente aberración es un impuesto, ya no sobre el ingreso, sino - como en la edad media - sobre la existencia misma, que ha resultado intolerable para todos los ingleses, con excepción de los más ricos. Hasta los conservadores han protestado en términos inequívocos, uniéndose a laboristas, social demócratas, liberales y comunistas en manifestaciones callejeras que han sido reprimidas con policía montada y gases lacrimógenos.

Pero no sólo la gente de todos colores y sabores ha salido a la calle llena de rabia, sino que los mismos representantes del Partido Conservador en el Parlamento han cuestionado el impuesto, conocido como "Poli Tax" (por ser un cobro por cabeza), y 18 representantes del Partido Conservador primero y luego 9 más han renunciado a sus cargos en el gobierno local. Todo el país es un hervidero de descontento.

No podía ser para menos. En un país industrializado y rico que ha sido invadido por toda clase de males y empobrecido y desempleado por 9 años de monetarismo ciego, las escamas han caído de los ojos de quienes antes admiraban a esta mujer hábil, inteligente y con gran dominio de la retórica, pero obcecada en soluciones que, al final, no solucionan nada. Todo ha sido atacado por el thatcherismo: se han cerrado hospitales y servicios médicos, ni las enfermeras ni los maestros ganan para vivir, las industrias quiebran al mayoreo, las minas se cierran, las fábricas de automóviles ingleses de lujo han sido vendidas al mejor postor, como también el servicio telefónico, la luz eléctrica, el gas, y próximamente el agua. En fin hasta un cementerio londinense fue vendido... en 15 peniques simbólicos ... en un esfuerzo por privatizarlo todo.

Hoy, 28 de marzo, leí en el periódico que, en efecto, los corredores de apuestas habían comenzado a tomar apuestas respecto a la esperada renuncia de Margaret Thatcher, pero que, después de algunos días, se habían visto obligados a dejar de hacerlo... porque nadie quería apostar a que seguiría en su puesto. En cambio sí se están tomando apuestas respecto a quién la sustituirá como jefe del Partido Conservador. El favorito es Michael Heseltine, quien renunció a su cargo después de una grave disputa respecto a la venta de una empresa estatal.

¿Y los países latinoamericanos, malinchistas como siempre, admiran a Margaret Thatcher y buscan su consejo? ¿Collor de Meló en Brasil, Carlos Menem en Argentina, el candidato Vargas Llosa en Perú, y hasta Carlos Salinas de Gortari en México quieren imitarla para salir de pobres?

III.-   De cómo se desindustrializó la cuna de la revolución industrial.

Como todos saben la revolución industrial nació en Inglaterra, allá por la segunda mitad del siglo XVII, con las minas de carbón, los telares mecánicos, las grandes fundidoras, los canales y trenes, los barcos y los puertos de donde se llevaban los productos ingleses a todas partes del mundo. Y, claro está, la mano de obra barata y abundante y los bancos, siempre útiles para mover el dinero acumulado, es decir "ponerlo a trabajar" (es decir prestarlo y obtener intereses por prestarlo). Al mismo tiempo que los ingleses combatían el tráfico de esclavos persiguiendo a los compradores por la costa de África, obligaban a los hindúes a romper sus telares y comprar telas fabricadas en Inglaterra, y les vendían a los africanos, que antes fabricaban sus propias telas o se pintaban la ropa, kilómetros de vistosas telas estampadas, en las cuales aprendieron a envolverse con gran dignidad y orgullo. Claro que no todo sucedió al mismo tiempo. Antes de perseguir la esclavitud, les vendían rifles a los africanos a cambio de esclavos para sus plantaciones, pero una vez que la industrialización tomó vuelo, se dieron cuenta de que era mejor no tener que mantener al obrero cuando no había trabajo. Este útil descubrimiento tomó un aspecto moral de cruzada contra la esclavitud.

Pero ya nos apartamos del tema. De Inglaterra fue que el sistema de producción industrial que exigía capitales cada vez mayores y materia prima y mano de obra cada vez más abundante y barata se extendió a un país tras otro. Finalmente, muchos de los países "atrasados" a quienes se destinaba el papel de exportadores de materias primas o de cosechas únicas (café, té, azúcar, plátanos, etc.) hicieron revoluciones para poder industrializarse y salir de pobres. Era, después de todo, de importancia secundaria que el capital fuera privado o público, es decir propiedad del estado. Lo importante era acumularlo, y de allí pal'real... cuando menos si se invertía en ampliar la producción y elevar el nivel de vida de la población y no en comprar lujos y diversiones para la clase gobernante. Luego, claro, cambiaron los términos del juego.

La llegada de la electrónica, las redes financieras, las grandes transnacionales que se movían de un país en otro en busca de inversiones productivas y mano de obra barata, la automatización de la producción, el gran golpe de la OPEC, que encareció de un día para otro una de las principales materias primas, transformaron la realidad de nueva cuenta. Inglaterra era ya tan sólo una de entre muchas potencias industriales y, aunque todavía las podía, y se defendía muy bien con la venta internacional de servicios financieros, se encontró con que en otros sectores comenzaba a perder terreno. Su mano de obra era demasiado cara, sus rivales demasiado agresivos. Sus sindicatos hacían demasiadas huelgas. Algo tenía que cambiar.

Por puritita casualidad, había una ya no tan nueva teoría económica, nacida en Chicago, que había estado haciendo milagros en Brasil y en Chile, y que se estaba promoviendo activamente en todos los países que se dejaban. Al triunfar en las elecciones el partido conservador británico acogió con avidez la teoría monetarista norteamericana, que rechazaba por desprestigiada e inflacionaria, no solo la teoría económica keynesiana (que, aunque jamás se puso en práctica en Inglaterra, sacó de la depresión más terrible y duradera de la cual se guarde memoria a los Estados Unidos) sino también la opción asistencial, mediante la cual el gobierno cubre las necesidades de las capas menos afortunadas garantizando un mínimo de bienestar para todos, y que se había practicado en casi todos los países europeos desde el final de la segunda guerra mundial.

Cuando llegó al poder Margaret Thatcher se rodeó de economistas de extrema derecha y siguió sus consejos al pie de la letra, embriagada de la nueva ideología que coincidía enteramente con sus preferencias. Las consecuencias se han estado viendo claramente durante toda la década, pero nunca tan claramente como ahora, en que Inglaterra resbala ya irrecuperablemente en una depresión canija.

Uno de los pilares de la aplicación del monetarismo, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos y en otros países, fue tomar medidas extraordinarias para quebrar a los sindicatos. Había que abaratar la mano de obra y aumentar la productividad a como diera lugar. Había, también, que desatarles las manos a los empresarios y hombres de negocios, o sea "desreglamentar" la producción. Todos esos reglamentos inútiles y tontos respecto a la seguridad física de los trabajadores, por ejemplo, o la higiene y salubridad de los productos comestibles, la pureza del aire y del agua, que resultaban tan costosos para los empresarios, había que flexibilizarlos, hacerlos a un lado, olvidarlos de plano. A los informes de los inspectores oficiales se les daba el carpetazo, o se imponían multas risibles a los infractores. A las quejas de los obreros se les hacía caso omiso. A las quejas de los consumidores - por ejemplo en el caso del agua dizque potable que envenenó a toda una comunidad en Inglaterra - también. El resultado es un país peligroso para todos. Bañarse en el mar puede causar tifoidea. Beber el agua puede envenenar. Vivir cerca de una planta nuclear puede producir cáncer. Subirse a un tren subterráneo o terrestre, a un barco o transporte marítimo, así sea en el Támesis, puede ocasionar la muerte. Los naufragios e incendios con decenas o cientos de víctimas son demasiado frecuentes, y los accidentes aterradores pero afortunadamente sin víctimas son el pan de cada día en los periódicos. Y, claro, trabajar en la construcción, en la pesca, o como marino, o en una plataforma de extracción petrolera marina es correr un altísimo riesgo.

Pero lo más visible en un principio fue la lucha contra los sindicatos. Esta fue sistemática y se dirigió contra los más organizados en primer lugar. Bastaba con negarles un alza de sueldo o una mejoría en las condiciones de trabajo, por lógica e indispensable que fuera, para que recurrieran a la huelga. No conocían, al parecer, otra forma de lucha y la empleaban, incluso, para tratar de impedir la privatización o desaparición de una fuente de trabajo. Luego había que prolongar la huelga por todos los medios posibles, de los cuales la negativa de los patrones a ceder un ápice era el principal. Mientras más meses durara la huelga mejor. Sobre todo porque los periódicos daban la versión oficial de los hechos en los encabezados, aunque también, ocasionalmente, dejaran colar luego la versión de los trabajadores. Siempre se quedaban chatos los huelguistas, desde los mineros y los trabajadores del metro hasta las enfermeras y los ambulancistas. Al final se lograba el objetivo propuesto: cerrar minas de carbón para "agilizar" a la industria, despedir personal "innecesario", recortar servicios públicos, privatizar todo lo habido y por haber.

IV.-  Los desastres: choques, incendios y naufragios.

El aspecto en que más claramente se nota la transformación de una Inglaterra rica, industrializada, supercivilizada, una de las primeras potencias del mundo, en un país que comienza a presentar caraterísticas propias del tercer mundo, es el de la seguridad de los pasajeros. La serie de desastres habidos recientemente en Inglaterra se han debido precisamente a deficiencias en el sistema de transportes que son característicos del tercer mundo: amontonamiento, antigüedad, y descuido.

Durante el último año ha habido 11 muertes "accidentales" en los trenes que convergen sobre Londres diariamente - atiborrados de hombres de negocios, banqueros, secretarias y demás, que trabajan en Londres pero prefieren vivir en las zonas rurales - debido a una misteriosa falla en la cerradura de las puertas. Estas se abren intempestivamente y sin avisar. El pasajero que conversa con una cerveza en la mano y reclinado contra la puerta es arrebatado como en película de James Bond, coronando su partida con un aullido igualmente evanescente... o bien, un súbito remolino, causado por la apertura inexplicable de la puerta, lo arrastra contra su voluntad mientras pasa distraído, pensando en llegar al bar o si estará muy larga la fila del excusado.

Estos accidentes - originalmente atribuidos a Ja embriaguez o distracción del muerto - se atribuyen, tras investigaciones más recientes, al uso de equipo ya muy viejo y, ultimadamente, a la falta de inversión en renovación y mantenimiento. Gastar dinero en el transporte público, fuera del estrictamente indispensable, ha sido anatema durante los últimos diez años.

Es indudable que los grandes desastres, que cobran no una sino muchas vidas cada vez, se deben al recorte de personal y a sus repercusiones en las medidas de seguridad para los viajeros. Para muestra basten los siguientes ejemplos, aunque hay más:

El naufragio de la panga llamada, con gran tino, "Heraldo de la Libre Empresa", el día 6 de marzo de 1987, ahogándose en cuestión de minutos 193 pasajeros al voltearse el transbordador - uno de tantos que transportan a turistas con todo y sus vehículos a través del Canal de la Mancha - porque se había olvidado asegurar la puerta del piso cargado de automóviles que se abrió dejando entrar al mar. Todo por no pagar personal suficiente para cumplir con los reglamentos y vigilar que se cerrara la dichosa puerta. El choque frontal de dos trenes y encaramamiento de un tercero en Clapham Junction el 12 de diciembre de 1988 con un saldo de 35 muertos, debido a un error en la conexión de alambres a una señal luminosa cometido por un empleado que había trabajado demasiadas horas y, además, no había recibido el debido entrenamiento ni tuvo supervisión alguna.

El incendio en King's Cross, una de las estaciones de trenes subterráneos que conecta con el sistema ferroviario y es de las más concurridas de Londres, en donde murieron quemadas vivas 33 personas. El incendio, provocado por un corto circuito (o por un cigarrillo no del todo apagado según otra versión), fue alimentado por la basura y la grasa acumulada en las escaleras mecánicas, debido a cortes de personal de mantenimiento y limpieza. Agravó al máximo la situación el hecho de que los miembros del personal no sabían usar los extinguidores de fuego, algunos de los cuales estaban descompuestos, ni habían recibido instrucciones ni entrenamiento para la evacuación forzosa de los pasajeros.

El naufragio del "barco de placer" Marchioness en el Támesis, el 20 de agosto de 1989, con la muerte de 51 pasajeros que celebraban el cumpleaños de un joven tecnócrata. Entre los muertos había empleados de compañías publicitarias, bancos y empresas financieras, diseñadores de ropa, artistas, actores y modelos. El choque con otra nave se debió, una vez más, a la falta de precauciones y reglamentos, ya que uno de los barcos no tenía visibilidad desde la cabina y no había dispositivos para suplirla.

Y, entre los accidentes de trabajo, basta citar el incendio y hundimiento de la plataforma de extracción petrolera marítima Piper Alpha en julio de 1988, con 167 muertos, seguido de una ola de huelgas para exigir mayores medidas de seguridad, y que costó a muchos el empleo, aunque sí tuvo algunos resultados.

Pero el desprecio por la seguridad no se limita a los sistemas de transporte. De hecho ha aumentado visiblemente en todas las esferas a donde antes se extendía la protección del estado, desde la salud y la industria hasta la construcción, como se nota en los siguientes hechos:

El cierre proyectado de 6 estaciones de bomberos en Londres, más un recorte de cuando menos 580 bomberos y el retiro de 22 carros de bomberos, contra el cual protestó la Unión de Brigadas de Bomberos de Londres en julio de 1989. También protestaron contra el relajamiento de las reglas para la construcción de edificios nuevos, que propicia los incendios, y exigieron, con algún éxito, que ciertos tipos de hulespuma que se utilizan en la fabricación de muebles y alfombras, se prohibieran, ya que la menor llamita cunde y los envuelve en llamas. Hay que tomar en cuenta que los incendios proliferan en Londres, tanto en invierno, por las chimeneas y calentadores, como en verano, cuando los bosques suelen incendiarse espontáneamente por la sequedad y el calor.

El cierre de estaciones de salvaguarda costera, obligando a los barcos de salvamento a recorrer distancias mucho mayores de las habituales y reduciendo proporcionalmente la posibilidad de salvar náufragos... un problema muy serio en Inglaterra, país pesquero y marinero sometido a tormentas terroríficas cada año.

La exigencia de que los médicos jóvenes "internos" trabajen tumos que suman hasta 84 horas por semana con grave detrimento de su capacidad para atender a los enfermos. En las salas de emergencia es frecuente que tengan que hacer operaciones en estado de extremo cansancio y con fallas de atención y de memoria. Llevan años protestando contra estos horarios sin lograr nada.

La contaminación del agua potable, sobre todo desde la "privatización" del agua y su venta a compañías que descuidan su pureza. En julio de 1988 aproximadamente 20 000 personas bebieron agua contaminada de aluminio en Camelford, North Cornwall. Las víctimas estuvieron quejándose de náuseas, dolores y lagunas de memoria durante semanas mientras la empresa negaba que hubiera problema alguno. Finalmente se descubrió que un camión había depositado 20 toneladas de sulfato de aluminio en donde no debía por no haber personal que le indicara su error, y que el hecho se había ocultado al público. La gente todavía bebe agua de la llave sin que le pase nada y esa fue una excepción, pero las contaminaciones, aunque no tan graves, son cada vez más frecuentes. Hace un año uno de los periódicos dominicales publicó una lista completa de los ríos, presas y playas con los niveles de contaminación, sea con algas, con pesticidas, con basura y ratas muertas, o con distintos desechos químicos. El año pasado en una exposición agropecuaria que hubo en Londres, los cerdos se negaron a beber agua de la llave, y tuvieron que dársela embotellada. Parece que son más exigentes que nosotros.

Además, claro, tenemos epidemias de salmonela cada año, por los huevos y el pollo, vivimos bajo la amenaza de que la misteriosa epidemia de las "vacas locas", de la cual murieron ya 26 000 vacas, se transmita a los seres humanos que comemos carne de res, y las verduras están llenas de pesticidas que no sólo matan a los insectos sino que producen cáncer y otros horrores.

Curiosamente, los sindicatos han estado protestando contra la falta de seguridad durante años y años. Se han ido a la huelga por estos y paralelos motivos. Han presentado un informe tras otro incansablemente. Nadie les ha hecho caso. Mientras la dirección de las empresas ignora olímpicamente sus repetidas advertencias el gobierno reduce cada vez más el número de inspectores y hace cada vez menos caso de sus informes. Acaba de publicarse en los periódicos parte de un memorándum de circulación interna para los trenes subterráneos, en que se instruye al chofer en los trenes manejados por un solo hombre que, en caso de incendio o emergencia parecida, escoja a algún pasajero que parezca responsable para que guíe a los demás a través de los túneles y fuera de peligro. Ah, y se está recortando el entrenamiento de seguridad que se había proyectado para el personal para reducir costos.

V.-   Los recortes a los servicios médicos del estado.

Cuando primero llegamos a Inglaterra, hace ya quince años y cinco antes de que el gobierno laborista cediera su lugar al conservador al mando de Margaret Thatcher, fui a dar de inmediato al hospital. Estaba, de hecho, gravemente enferma, aunque nunca llegaron a una conclusión exacta respecto a la causa. El caso es que un dolor intenso y agudo por ahí del estómago me impedía casi respirar, y llevaba así dos días. Imposible siquiera caminar, mucho menos comer.

Aunque yo estaba en Inglaterra en calidad de turista, una amiga inglesa me hizo ver por su médico local que me mandó al hospital.

Me vio toda una serie de médicos de guardia algunos de los cuales me preguntaban en un inglés difícil de entender que si me había pegado mi marido mientras me oprimían ferozmente el estómago haciéndome gritar. Finalmente me internaron. Se pensaba que me tendrían que operar. Me quedé una o dos semanas mientras me ponían y quitaban sondas, me cambiaban los médicos y los tratamientos (era un hospital universitario) y me traían interminables tazas de té (al despertar, antes y después del desayuno, a las 11, antes y después de la comida, a las 5 de la tarde, antes y después de la cena, y antes de dormir). No sé si por el fuerte régimen de té, por el buen humor de las demás pacientes y trato dulce de las enfermeras, lo interesada que estaba yo al observar de cerca el sistema de salud británico, o qué, pero me alivié, con cierta sorpresa de parte de los médicos. Me enviaron a casa con un cambio radical de medicamentos y yo quedé prendada del servicio de salud del estado, no sólo por gratuito y, a su manera, eficiente, sino sobre todo por humano.

Quince años después la situación ha cambiado totalmente. Con el pretexto de "reorganizar" los servicios médicos estatales y volverlos más eficientes, el gobierno encabezado por Margaret Thatcher emprendió una serie de reformas en el Servicio Nacional de Salud que da atención médica, incluida la hospitalización, a todos los ciudadanos durante toda su vida. (El servicio no es precisamente gratuito: al trabajador se le descuenta la tercera parte de su sueldo para cubrir el servicio de salud, el seguro de desempleo y otros beneficios.)

Después de estudios sumamente discutibles se decretó que había que reducir drásticamente el número de camas, cerrar muchos hospitales, vender edificios, introducir métodos más comerciales y educar a los médicos para que hospitales y consultorios funcionaran como empresas privadas, vendiéndose unos a otros sus servicios. Los servicios de limpieza y alimentación indispensables deberían asignarse a concesionarios dando preferencia a quienes ofrecieran el servicio más barato. Y, claro, debía aumentarse la "productividad" a toda costa.

En seguida comenzaron a despedir personal y a negarse a aumentar los salarios, fuera cual fuera el costo de la vida, y éste subía inexorablemente. El costo del transporte y del alojamiento se dispararon durante la década, sobre todo en Londres, en donde los boletos del metro y la renta o pagos de las hipotecas se duplicaron y triplicaron. Se recortaron plazas y se aumentó proporcionalmente la carga de trabajo. Como era lógico, las protestas y huelgas se dejaron venir.

Las huelgas más prolongadas y que mayor apoyo popular tuvieron fueron las de las enfermeras y luego de los ambulancistas. Los médicos también, aunque no se pusieron en huelga ya que su carrera quedaría en entredicho, presentaron informes que contradecían a los del gobierno y firmaron protestas. A través de la Asociación Médica Británica, suplicaron al gobierno que no llevara adelante sus reformas, dando razones de mucho peso para ello. Recurrieron también a una campaña nacional de publicidad que les costó bastante dinero, para explicar al público los efectos de las reformas proyectadas. Por todos los medios posibles se opusieron al cierre de hospitales y recorte de camas y a las horas de papeleo y burocracia exigidos por las dichosas reformas. No sirvió de nada. Tan sólo en los últimos tres años se recortaron 10 000 camas y se cerraron hospitales en todo el país.

Actualmente, cuando va uno al hospital, o simplemente viaja en metro, ve carteles pidiendo limosna del público en general para un famoso hospital infantil, o la compra de equipo médico indispensable. En la sala de emergencia que tuvimos que visitar hace poco, había carteles dando gracias a "los Amigos del Hospital Whip's Cross" por que juntaron para comprar camillas y sillas de ruedas muy necesarias. En octubre tres policías locales cincuentones hicieron una larga y ardua caminata con objeto de juntar las 2 695 libras esterlinas que se necesitan para comprar equipo de diagnóstico para el hospital local, imposible de adquirir debido al recorte de fondos.

Lo que molesta especialmente a muchos ciudadanos - y también a los extranjeros radicados en Inglaterra, que pagan los mismos impuestos - es que ya pagaron durante muchos años los servicios de salud, hospitales y ambulancias que ahora les están quitando, y se sienten doblemente defraudados cuando les niegan una operación, o los mandan a casa a medio curar, o simplemente no encuentran cama en ningún hospital, aunque se trate de una emergencia o una enfermedad grave.

Uno de los cierres de hospitales que más graves consecuencias ha tenido es el de los hospitales psiquiátricos. El pretexto es que se envía a los pacientes a que "los cuide la comunidad", pero la comunidad no tiene recursos para cuidarlos ni se establecen centros de apoyo para ello. El resultado es que aproximadamente la mitad de la gente que ahora duerme en las calles de Inglaterra - entre 2 y 3 mil en Londres y otro tanto en el resto del país - consiste de pacientes psiquiátricos desalojados de hospitales que se cerraron. Viven como mendigos, porque no tienen ingreso alguno, ni quiere emplearlos nadie, ni reciben ayuda del estado porque no tienen domicilio fijo (condición indispensable para recibir el pago del seguro para los desempleados). Es un panorama triste y cada vez más nutrido el de estos enfermos crónicos desamparados, que duermen cubiertos con periódicos y cajas de cartón, bajo los puentes o en los umbrales de las tiendas, sin estar en condiciones ni de trabajar ni de conseguir ayuda.

La otra mitad de la población sin techo es gente que no consigue trabajo o que ha perdido la esperanza de encontrarlo y ya no lo busca. Una alta proporción es gente joven que ha venido a la capital en busca de un empleo, pero no lo encuentra. Si no están locos todavía, pronto lo estarán. Sintiéndose despreciados por la sociedad se desprecian a sí mismos, y con frecuencia recurren a la prostitución o a la droga para ganar algo de dinero o sentirse mejor por un rato. Son la basura, el desperdicio de la sociedad y lo saben. Claro que hay asilos, pero no se dan a basto, o las condiciones en ellos son inaceptables para muchos. Además, el problema rebasa ya las soluciones caritativas. A veces pienso que el Reverendo Jonathan Swift, con su "Modesta Proposición", es el santo patrono del thacherismo. ¿Por qué no comerse a los pobres? ¿Qué no estarían mejor?

VI.-  Los recortes en la educación.

En Inglaterra, para empezar, el sistema de educación es de una anarquía difícilmente concebible en un país latino. No hay centralización (salvo a nivel exámenes) sino que cada director se hace cargo y cada quien para su santo. En algunas escuelas se les da más importancia a las artes, en otras a las ciencias, en otras a la contabilidad o a la historia. En las escuelas gratuitas más grandes se procura acomodar a todo tipo de niños. Hay deportes, gimnasia, natación, danza, teatro, artes plásticas, laboratorios, educación especial para niños sordos, mudos, retrasados, superdotados. Hay escuelas de paga buenas y otras malas. Hay escuelas católicas, y también musulmanas. No se ponen de acuerdo ni para enseñar a leer, con el resultado de que hay buen número de jóvenes y adultos que pueden escribir su nombre y dirección, pero con trabajos llenan una solicitud o siguen instrucciones escritas.

Este desorden, que produce con frecuencia gente de muy alta calidad mental, como por equivocación, no es obra de la Sra. Thatcher, ni del partido laborista cuando estuvo en el poder - aunque éste instituyó la preferencia por escuelas "comprehensivas", que admiten a toda clase de niños con objeto de evitar el elitismo y tienden a una liberalidad que todo abarca y todo permite - sino que proviene de una arraigada tradición y un sentido de clase difícil de superar. Gracias a este clasismo es, o era frecuente hasta hace una generación, que la gente de clase trabajadora no quisiera que sus hijos siguieran en la escuela más allá del límite obligatorio, y los maestros con dificultad los convencían de que debían permitir que sus hijos aspiraran a una carrera universitaria ... algo que, por otra parte, se volvió posible cuando se instituyeron las bolsas o "grants" para estudiantes que pasaban los exámenes necesarios y obtenían un lugar en alguna universidad, plazas que se obtienen por oposición. Estas bolsas eran universales, las aprovechaban ricos y pobres, y obligaban al estudiante a dedicar su tiempo exclusivamente a estudiar, bajo pena de que no se reanudara su mensualidad a fin de año.

La misma actitud según la cual en educación "todo se vale" significaba que todas las variantes de pronunciación eran aceptadas, y se daba poca importancia a la ortografía. El resultado fue la creación espontánea e involuntaria de un inglés incomprensible, que sólo entienden las nuevas generaciones y tiene poco que ver con la lengua de Shakespeare.

Allí está el detalle: semejante inglés no abre las puertas a los puestos de importancia y prestigio, para los cuales se necesita hablar un inglés exquisito e idiosincrático que sólo se aprende en casa, o bien en una escuela particular. Y las escuelas particulares son carísimas. Sólo las clases medias acomodadas y las muy ricas se pueden dar el lujo de pagarlas, ya que cuestan de mil libras esterlinas para arriba por niño y por trimestre (aunque siempre hay becas disponibles, que pocos se atreven a solicitar). En cuanto a las escuelas públicas, éstas se sostienen con fondos proporcionados por el gobierno local, más apoyos recibidos del central.

Sin embargo hay que admitir que el sistema, bueno o malo, funciona. O funcionaba hasta que el gobierno de Thatcher, con el pretexto del mal funcionamiento del sistema público, resolvió corregirlo quitándole dinero y fomentando el uso de las escuelas de paga. Se comenzó por recortar el apoyo del gobierno central para la educación. Luego, después de instituir el impuesto individual universal llamado "cobro de la comunidad" (apodado "poli tax", o sea por cabeza), y suspender el impuesto sobre la propiedad de casas o departamentos, se pudo obligar al gobierno local a recortar sus gastos, ya que el "poli tax" resultó punto menos que incobrable y, por tanto, insuficiente para cubrir las necesidades de la comunidad.

La consecuencia fue, primero, la reducción de plazas para maestros, luego la negativa a aumentarles el salario y, finalmente, el cierre de escuelas a diestra y siniestra. Actualmente lee uno a diario en los periódicos que uno u otro distrito se ha visto obligado a cerrar hasta seis escuelas, a suspender las clases de música, o de natación, a vender sus terrenos para juegos deportivos, a suspender la compra de libros para sus bibliotecas o a cerrarlas de plano, a suspender los desayunos escolares o a cobrar los almuerzos antes subsidiados. Naturalmente los maestros, cuyas clases han pasado de los 25 o 30 a los 50 o más alumnos y que difícilmente sobreviven con su sueldo, y que además se ven afectados moralmente porque el gobierno los tacha de inútiles o desobligados, abandonan el oficio.

El año pasado se vio, por primera vez, la importación de maestros extranjeros para poder cubrir el mínimo de plazas en algunos distritos. Llegaron maestros y maestras holandeses, norteamericanos, hindúes y ceyloneses, intrigados por el problema de enseñar a grupos multiraciales y multiculturales en escuelas situadas en los barrios populosos y subprivilegiados. Este año el problema ha empeorado. Algunos niños tienen tres, cuatro, cinco maestros durante el año. Otros se quedan en casa mientras les consiguen maestro. La tirada del gobierno es, indudablemente, obligar a las escuelas a "independizarse", o sea desligarse del gobierno local y de su autoridad y recursos, pasando a depender de los fondos y criterios del gobierno central... o bien obligar a cuanto ciudadano puede hacerlo a enviar a sus hijos a escuelas particulares. Es curioso notar que al director de una escuela primaria estatal que decidió "independizarse" se le subió inmediatamente el sueldo a 50 000 libras al año, el mismo nivel que se paga en las escuelas particulares de mucho prestigio. ¿Soborno? Pero cómo, si eso no se usa en Inglaterra.

En cuanto a los alumnos, sobre todo en los barrios pobres, su estado de ánimo oscila entre feroz y deprimido. Muchos dicen ya a los 10 o 12 años: "¿Para qué estudio si de todas maneras no voy a encontrar trabajo?" Sus energías se vierten en la pugnacidad. De la escuela pasan a la calle y forman pandillas mutuamente hostiles, como en Estados Unidos. El racismo está de moda, y aparecen pintas en las paredes: FUERA PAQUISTANOS, NEGROS COCHINOS, alusiones pornográficas, suásticas, y decorados con aerosol. La drogadicción comienza a ser un problema, aunque todavía no al nivel norteamericano. Una vez que salen de la escuela, pueden cobrar su seguro de desempleo, pero sólo si comprueban que han buscado trabajo en serio. Si no lo encuentran en su propia ciudad se les exige que se desplacen a otra. Si no tienen domicilio fijo, no pueden cobrar la asistencia que les corresponde, ya sea como menores o como desempleados. La población "sin techo" consiste en gran medida de jóvenes que se encuentran en esta situación.

VII - Los cortes a las universidades y centros de investigación científica.

Inglaterra es un país en donde la cultura está descentralizada. A cualquier ciudad que vaya uno, hay una universidad. Estas universidades son imponentes. Tanto los edificios como los jardines son vastos; las bibliotecas, los anfiteatros, los comedores, los cuartos en donde se alojan los estudiantes, parecen desproporcionados al número de estudiantes cuando viene uno de México. Lo cierto es que gozan de recursos, tradición y ambiente. Fuera de Londres conozco las universidades de Oxford, Cambridge, York, Bradford, Sheffield, Birmingham, Norwich, a donde he ido con uno u otro pretexto. En Londres la de King's College, en donde se puede estudiar literatura latinoamericana, pero también la guerra, así en general. La Universidad de Londres, la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics) en donde han dado clase tantas figuras notables y estudiado tantos futuros gobernantes, y que tiene la biblioteca más impresionante que conozco fuera de la del Congreso en Washington, y donde se encuentra cuanto documento gubernamental latinoamericano y documento secreto norteamericano se quiera consultar; los Politécnicos de todos los puntos cardinales, a donde he ido a dar charlas; me faltan todavía por conocer otros centros de enseñanza situados también en Londres, como por ejemplo la escuela de música de Hammersmith, el Centro de Arte y Diseño, etc. La Universidad de Essex atrae a estudiantes del tercer mundo en especial y toda la plana mayor del izquierdismo salvadoreño se graduó allí. Está también el Imperial College of Science. En fin no hay ciudad sin universidad y en Londres mismo, son más de dos o tres las universidades de gran tradición que atraen a alumnos de todo el mundo.

Pues bien, también las universidades se vieron en problemas, y graves, bajo el régimen de Margaret Thatcher, y los problemas siguen gravísimos. Por una parte se les recortó el presupuesto, por otra se les exigió que produjeran estudiantes más adecuados para las necesidades del comercio, la industria y las finanzas. Debían olvidarse del conocimiento como un objetivo en sí mismo, y pensar en la utilidad práctica y monetaria del mismo. A muchos maestros (algunos conocidos míos) se les retiró el apoyo que significa la seguridad en el empleo. Se recortaron departamentos o facultades que se juzgaban "supérfluas", y se amalgamaron, en muchos casos, las facultades de dos o más universidades. En fin, se recortaron plazas a diestra y siniestra. Durante toda la década los maestros de nivel universitario han estado angustiados y en conflicto continuo, intentando defender no sólo su propio futuro, sino el futuro de las universidades mismas, de sus estudiantes, y la calidad de la educación universitaria en Inglaterra.

Las cosas llegaron a tal punto que en 1985 la Universidad de Oxford, en donde hizo sus estudios Margaret Thatcher, se negó terminantemente, tras la votación de 1 500 de sus directores, maestros, e investigadores, a otorgarle a "la dama de hierro" un doctorado honoris causa. Y eso que los maestros de Oxford suelen ser conservadores, y que una porción de ellos temía las consecuencias para la universidad de una negativa, ya que se sabía que Margarita deseaba con ahinco su doctorado y se temía su venganza. Sin embargo los maestros se sostuvieron en su humillante rechazo, apenas el segundo en toda su historia, en solidaridad con el resto de las universidades del país.

Pero los recortes y presiones no sólo afectaron a las facultades sino a los centros de investigación. Actualmente se siguen cerrando áreas enteras de investigación, a pesar del escándalo, no sólo de los intelectuales ingleses, sino de los científicos de otros países, que mandan cartas a los periódicos protestando por las clausuras. Hoy mismo, por ejemplo, aparece una notita en el periódico anunciando que el Consejo de Investigación Científica va a cerrar sus instalaciones para la Investigación de la Estructura Nuclear en Cheshire, poniendo fin a la investigación de la física nuclear en Inglaterra. Esto ocurre después de varios artículos y cartas protestando el cierre que ya se veía venir. Hace menos de un mes 70 científicos eminentes que abandonaron el país con el fin de continuar sus investigaciones en el extranjero escribieron una carta abierta advirtiéndole a John Major (el nuevo primer ministro de Inglaterra que está siguiendo la misma política que su predecesora) del grave peligro para el desarrollo tecnológico en Inglaterra si se siguen cerrando líneas de investigación científica en este país. Esto ocurrió después de un mes en que se anunció una ola de cortes a los fondos disponibles para la ciencia, la más paralizante por muchos años. Entre los científicos que protestaron públicamente se encuentra Sir Frank Whittle, el diseñador del motor del avión de propulsión a chorro. La carta repite la protesta enviada hace un año por 1 600 científicos e ingenieros que trabajan en el extranjero. De hecho, aunque es normal que los científicos se desplacen a otros países a proseguir sus investigaciones en distintos centros y bajo distintos directores especializados en la línea que se encuentran trabajando, es cada vez más frecuente que los británicos opten por irse del país en busca de recursos y ambientes más favorables que el que actualmente encuentran en Inglaterra.

Lo cierto es que Inglaterra ha dado una proporción nada desdeñable de premios Nobel y que, aunque con menos respaldo económico que en los Estados Unidos o Alemania, la lista de sus innovadores científicos es larga y honrosa. No se inventó aquí el napalm (eso fue en Harvard), pero sí el radar. En Drury Lañe, célebre por su larga tradición teatral, se encuentra también el Departamento de Biofísica de King's College, en donde trabajé como secretaria por unos meses, cuando me urgía la lana para irme a México en 1976. En el vestíbulo de la entrada se encontraba una estructura al parecer de arte abstracto que era, en realidad, el modelo de la estructura molecular de la materia prima de las células vivas, el famoso DNA, descubierto por el director. Entre los garabatos de los científicos que me tocaba descifrar y transcribir en máquinas que tenían cartuchos con signos algebraicos, letras griegas y demás monerías, se encontraban trabajos sobre las posibilidades de construir en el laboratorio especies vivas modificadas... algo que posteriormente se ha llevado a la práctica. ... Esta noche vimos en televisión la primera operación con rayo láser sobre los ojos de un joven inglés. El muchacho, fortachón, rubio y alegre, estaba feliz de la mejoría instantánea y duradera que se obtuvo. La operación, que duró apenas algunos minutos, se hizo con la ayuda de una computadora, y corrigió un defecto que, de otra manera, hubiera necesitado implantes o lentes de contacto y hubiera disminuido la capacidad visual de esta persona en la flor de la edad. Se hizo en un hospital del sistema de servicios de salud, y después de cuidadosas pruebas de laboratorio iniciadas en 1983, para asegurarse de los resultados y prevenir malos efectos. Dentro de algunos años la operación será tan común - y mucho más barata - que el uso de lentes de contacto, y desde luego mucho más efectiva y menos molesta que los lentes de cualquier especie... Si le dan en la torre a la ciencia en Inglaterra, no será por falta de talento ni por falta de tradición local...

VIII.- Música, teatro, ballet, ópera, bibliotecas, todo se encuentra con la soga al cuello en Inglaterra.

Lo único que no se le puede negar a la Sra. Thatcher en su aplicación de la nueva ideología conservadora / monetarista / "neoliberal" es su coherencia total. Todo lo que estuviera a la vista debía funcionar como negocio, producir utilidades contantes y sonantes e inmediatas, o desaparecer. Si no se podían vender de una vez las orquestas o las compañías de teatro, al menos debían funcionar como negocios. Y se aplicó este criterio a todo lo habido y por haber.

Las bibliotecas públicas son un caso que a todos afecta. Una de las glorias de Inglaterra son sus bibliotecas locales; las hay en cada barrio y en cada pueblito, mejor o peor surtidas según los presuntos gustos de la población local. En la nuestra lo que abunda más son las novelas de misterio, los romances y las biografías, así como libros de cocina, belleza y salud, pero actualmente estoy leyendo nada menos que cinco libros muy serios sobre la historia de Inglaterra (uno sobre la huelga general de los veintes; otro sobre el período 1914-1985 que me ha ayudado a comprender lo que pasa en la actualidad y que, si fuera mío, no se podría leer de lo subrayado; uno sobre la vida en Inglaterra bajo los romanos; uno sobre la historia socio-económica de Inglaterra en el siglo XIX; y uno sobre el ascenso al poder de la dinastía de banqueros Morgan y sus tejemanejes). Estos cinco libros los saqué de la biblioteca local en las últimas dos semanas, y me puedo quedar con ellos mientras los necesite, mientras no los pida otro usuario. Sólo tengo que caminar tres cuadras y ahí están. Si no tienen el libro que se requiere se manda pedir a donde lo tengan y así se obtiene, con cierto retraso, claro está, lo que uno quiera, desde libros que ya no están en circulación hasta libros que se publicaron la semana pasada, que se mandan comprar si alguien los pide. Claro, si viviéramos en un barrio más populoso la biblioteca sería mejor, y habría salas y salas de literatura inglesa y no inglesa, crítica literaria, economía, psicología, psiquiatría, filosofía, ciencia ... mares y mares de libros. Y también discos (LP y compactos) y cintas grabadas de música clásica y popular cuyo préstamo sí se cobra, el de los libros no. Además habría mesas donde se podrían consultar diariamente los periódicos, algo muy importante para quien no tiene dinero para comprarlos, sobre todo si está buscando trabajo.

Pues bien, para recortar costos, se implantó un sistema por el cual se cierran las bilbiotecas un día completo y dos tardes por semana, y además, se limitó la compra de nuevos libros. Hay que estar haciendo cuentas mentales para recordar cuál es el día en que está abierta cuál biblioteca. Esto es general. Además, de plano se cierran bibliotecas enteras. Esto ocurre en todo Londres y en muchas ciudades y pueblos pequeños. ¿Si se están cerrando hasta las oficinas locales de correos y las líneas de camiones en las zonas rurales, qué se puede esperar?

En el caso de las orquestas y las compañías de ballet, de ópera y de teatro, se propuso que, para sustituir o complementar los cada vez más exiguos subsidios gubernamentales, buscaran patrocinadores privados. Entre la espada y la pared, hicieron lo posible. El problema es, por un lado, que no hay seguridad, y cuando los negocios andan mal, o el patrocinador decide que ya obtuvo beneficio suficiente, se retira el patrocinio. Por otro, preocupa la posible interferencia de los patrocinadores en la programación. En un principio se negó terminantemente que habría influencia alguna, pero hace poco el Ministro para las Artes, Timothy Renton, sugirió a la principal compañía de ópera - en donde cantan Pavarotti, Plácido Domingo y Carreras - que reservara la luneta exclusivamente para la gente que recibe boletos de cortesía de las compañías patrocinadoras y que, por favor, mejoraran sus servicios de cantina para comodidad de los hombres de negocios. Además, no recuerdo si él o los patrocinadores pidieron que se mejorara la calidad de las funciones... Uno sospecha que lo que se desea no es tanto mejorar la calidad, sino que se presenten obras más al gusto de sus clientes y amigos. Yo no se de ópera pero cualquiera nota los cambios en la programación de las compañías de ballet. Escasean cada vez más las obras originales y se repiten cada vez más los Lagos de los Cisnes y Cascanueces, así como otras obras que requieren vestuarios y escenarios de lujo y piruetas acrobáticas. El costo de los boletos se ha disparado y la gente normal difícilmente asiste, por aficionada que sea. Respecto a las orquestas, hace poco se señaló en los periódicos que resultaría más barato que una orquesta tocara el mismo programa varias veces, como en Estados Unidos, ya que el tiempo de ensayo (y por consiguiente el pago a los músicos) se vería reducido.

En cuanto a las compañías teatrales y los teatros no se oyen más que ayes de dolor. El año pasado la Compañía Real Shakesperiana suspendió durante cuatro meses sus representaciones en Londres, que es a donde van los ingleses (tiene otra sede en Stratford on Avon a donde acude un río de turistas), porque ni le alcanzaba el dinero, ni logró que el gobierno se lo diera. El teatro de Liverpool, de larga tradición y alta calidad, está por cerrar o ya cerró. El Royal Court Theatre, que se dedica a descubrir talento nuevo y presentar en forma obras que no se sabe si van a ser un éxito comercial o no, ha estado por cerrar desde que perdió el subsidio del Greater London Council a raíz de su abolición por el actual gobierno. Creo que algo se logró para el Royal Court con una subasta que vi anunciada en televisión por la viuda de Lawrence Olivier, en la cual se ofrecerían al mayor postor el cofre que usaba para guardar la ropa su difunto marido cuando andaba de gira, y el gato de cerámica que tenía siempre en su vestidor para darle buena suerte. También se subastarían otros artículos personales donados por actores, entre ellos un famoso vestido de gala usado por Joan Collins en la telenovela "Dynasty" y los calzoncillos que lució Michael Ball en el éxito musical de Andrew Lloyd Webber, "Aspects of Love". Lo trágico - y la palabra no es exageración sino muy apta - es que en este teatro se descubrieron talentos como el de Caryl Churchill, actualmente muy cotizada en Nueva York; se presentó a escritores como Edward Bond, cuya obra "Restoration" vi en el Royal Court y es absolutamente de lo mejor que yo haya visto en teatro; y, anteriormente, a John Osborne y a su generación de "jóvenes airados", que rompió con los estereotipos del teatro inglés de moda antes de la guerra y cambió para siempre sus posibilidades. También está en apuros el Young Vic, donde acabamos de ver una puesta en escena extraordinaria que le da actualidad y vida al Timón de Atenas, obra inconclusa de Shakespeare. Al final de la representación, una matine de medio precio con la sala repleta, el actor principal anunció que habría cubetas para depositar las dádivas del público a la salida. Todos los teatros y compañías de prestigio están en las mismas. De hecho sus directores se unieron hace poco para apelar formalmente al público en general y al gobierno en particular, asegurando que si sigue así la cosa, se habrá puesto fin al teatro inglés tal y como lo conocermos, y sólo quedará el teatro de revista musical, las comedias de sociedad, y obras tales como la Trampa de Ratones, de Agatha Christie, que lleva ya 39 años en cartelera.

Lo único que alienta la esperanza de que nadie, ni Thatcher ni sus sucedáneos, podrán acabar con el teatro inglés, es la persistencia de innumerables compañías pequeñas pero con actores y directores de gran experiencia, y con ansias de trabajar aunque sea muy mal pagados. Una manifestación de ese tic nervioso histriónico de los ingleses es la proliferación de lo que se llama Fringe Theatre, o sea teatro fuera de cartelera, que se representa en lugares inesperados tales como los "Pubs" o casas públicas (el equivalente inglés de las cantinas),

IX.- Los negocios andan mal, el milagro nos falló, ustedes dispensen...

Pero todos los problemas a los que acabamos de pasar revista en movimiento acelerado serían, mal que bien, aguantables, si no fuera porque ahora están fallando las bases mismas del sistema. Después de todo, si el sistema fuera socialista o algo así, podríamos albergar la esperanza de que convirtiéndonos al capitalismo saldríamos de apuros. Pero cuando el sistema es capitalista, y la base de la prosperidad es la acumulación e inversión de capital, y el capital no se acumula o no se invierte ... ¿Cuál es el recurso? Si el capital no se acumula porque los productos nacionales no se venden:

a)     por no haber mercado interno suficiente debido al alto desempleo y endeudamiento general,

b)     porque los productos importados son más baratos o mejores,

c)     porque el mercado de exportación está saturado o demasiado competido,

d)     porque el capital que logra acumularse se invierte, sí, pero en otros países,

e)     porque el que se invierte dentro del país es capital extranjero que repatría sus ganancias y se va cuando le da la gana ... entonces el sistema se viene abajo.

Todo esto ocurre porque se han violado, y permanentemente, las reglas del juego: cierto que la mano de obra se ha encarecido y pone sus condiciones para trabajar (estabilidad, seguridad, horarios más favorables), pero, al sustituirla con la mecanización, falla el mercado interno; las materias primas baratas, gracias a guerras y presiones internacionales, siguen obteniéndose, pero las guerras cuestan demasiado caras (los Estados Unidos tuvieron que pedir a los países defendidos y aliados que pagaran la vastísima cuenta de la guerra del golfo, y la Gran Bretaña todavía sigue pidiendo que lo hagan, con éxito sólo parcial). El famoso mercado libre significa que los productos extranjeros inundan las tiendas desplazando a los nacionales y las fábricas quiebran, con lo cual aumenta aún más el desempleo, reduciendo aún más el mercado interno, haciendo quebrar más fábricas. ¿Entonces, de dónde va a salir el capital? Lo cierto es que se va a salir del país, y nos encontramos con ese fenómeno tan familiar para nosotros los mexicanos de la fuga de capitales. Es por eso que el sistema sigue funcionando, a su manera, pero sólo a nivel transnacional.

Anoche, vimos otra vez en televisión (la BBC todavía conserva su sentido crítico a pesar de la ira del gobierno), que un hombre de negocios inglés compró una fundidora nada menos que en Estados Unidos (en donde las fábricas también están quebrando y los capitales fugándose, aunque en menor escala) porque, aunque la mano de obra no sea tan barata, la planta con todo y sus instalaciones estaba a la venta, los obreros estaban ahí, y los intereses bajos (10% en lugar de 15%) le permitieron al capitalista inglés tomar prestado el dinero para comprar la fábrica, pagarles a los trabajadores y obtener ganancias.

Claro, para explicarse que se haya llegado a esta situación hay que agregar una política económica antinacionalista de parte del gobierno inglés que, al seguir al pie de la letra las prescripciones de la teoría monetarista, destruyó la infraestructura de la economía, dejó perecer industrias nacionales al por mayor, vendió al mejor postor las nacionalizadas, abrió las puertas a las importaciones, alzó las tasas de interés volviendo demasiado caro el dinero para los empresarios, quebró sindicatos, redujo el gasto en la educación y la investigación, y alentó a empresarios japoneses, norteamericanos, etc. a abrir fábricas en Inglaterra que ponían sus propias condiciones y se largaban cuando querían. No me parece exagerado decir que la teoría monetarista logra violar el instinto de conservación de los países que la adoptan, que conduce a períodos relativamente breves de prosperidad que benefician a sólo una parte reducida de la población mientras empobrecen a la mayoría, y que se ven seguidos por períodos en que el milagro económico se viene abajo, como en Brasil, Argentina ... e Inglaterra. (De México no hablo porque ustedes conocen la situación mejor que yo.)

El actual desastre se debe en gran parte al olvido de que la inversión del estado en sistemas de transporte, comunicaciones, educación, salud, e investigación científica son inversión en infraestructura económica que a la larga beneficia a la industria de cualquier tipo. Pero en el mundo ideal del monetarista cobrar impuestos a los ricos para pagar servicios públicos para los pobres es una aberración. Es más, es contraproducente, ya que si los ricos tuvieran más dinero en vez de pagar impuestos tan altos lo invertirían en empresas creadoras de trabajo para los pobres, que ipso facto saldrían de pobres ¿... o no? Tal era una de las cantinelas de la "teoría económica" del Reaganismo, que se llamó, por cierto, no "monetarismo", sino "supply side economics", y que George Bush padre, cuando era rival político de Reagan, descortésmente calificó de "Voodoo Economics".

Había, sin embargo, un pequeño detalle. En el mundo de las transnacionales y las finanzas modernas el dinero extra no tiene por qué quedarse en casa. Se va a donde las ganancias sean mejores, o, gracias a la desreglamentación, se invierte en negocios que ofrezcan ganancias rápidas y espectaculares. O sea que reducir los impuestos a las capas superiores de la sociedad no sirvió, cuando menos en Inglaterra, para crear nuevas empresas y empleos duraderos. De hecho se facilitó la creación de empresas efímeras, la especulación en la bolsa, los proyectos de construcción en grande de oficinas y tiendas que luego nadie quería. Hacerse muy rico en muy poco tiempo se puso de moda y resultó en la creación de nuevos ricos o aspirantes a serlo que dilapidaban el dinero en lujos y viajes y se endeudaban sin límite para invertir en neocios prometedores. Se pusieron de moda las nanas, que no se habían visto desde antes de la segunda guerra mundial. Se abrieron restaurantes. Se multiplicaron los salones de belleza. El turismo interno y externo creció. Viajar al extranjero se puso de moda, con los "paquetes" baratos al alcance de todo el mundo, y los turistas que acuden a Londres en cantidades industriales dejaban aquí sus ahorros. Oxford Street, donde están las grandes tiendas, y el West End, donde se concentran los teatros de lujo y los cabarets, parecían hormigueros. Había motivos para pensar que el sistema no funcionaba tan mal. Que el milagro económico se había hecho, y Margaret Thatcher era el hada madrina de una nueva prosperidad. Su fama creció y la consultaban desde los países europeos del Este, recién liberados de las cadenas del comunismo, hasta los presidentes Collor y Menem, de Brasil y Argentina. Esta situación, cuando se perforó el globo del falso crecimiento, produjo una caída catastrófica y un círculo vicioso de endeudamiento, quiebras y desempleo que todavía no toca fondo.

Al tronar el globo y entrar en la segunda depresión de la era de Thatcher (la primera fue en 1981) el desempleo cunde y alcanza a todos. Ya no son los obreros los más afectados. Ahora dueños de negocios de relumbrón, y otros de negocios sólidos se quedan de un día para otro en bancarrota y hasta sin casa. Los corredores de bolsa, los trabajadores de la publicidad (ese último reducto resistente al desempleo), los administradores y empleados bancarios, los peluqueros, los empleados de agencias de viajes, los dueños y meseros de restaurant, los dueños de tiendas de ropa y sus empleados, las nanas, y hasta los barrenderos se van quedando en la calle. Sí, hasta el sector servicios - ese paracaídas ofrecido por el monetarismo - y hasta el sector de servicios financieros (empleados bancarios y corredores de bolsa) se han visto gravemente afectados. Los bancos se encuentran en aprietos debido al número de negocios y empresas que quiebran y deudas que resultan impagables. Literalmente el único sector que está en auge es el especializado en "receiverships", o sea en manejar empresas que están en quiebra, negociar sus deudas, y distribuir sus haberes remanentes.

Durante el mes de marzo y abril se sucedieron los informes y estadísticas respecto a la profundidad y - a pesar de las continuas negativas del gobierno - la difícil reversibilidad de la actual depresión en Inglaterra. En la semana en que escribo esto la Federación Patronal de Ingeniería Mecánica (que representa a 5 000 compañías manufactureras), las Cámaras de Comercio Británicas, y el Fondo Monetario Internacional, todos anunciaron las mismas nefastas conclusiones: Inglaterra se está yendo a pique, la recesión durará cuando menos hasta fines de 1992, el desempleo y las quiebras seguirán aumentando a paso acelerado, el crecimiento será negativo (actualmente es de -20), las inversiones seguirán decreciendo, el sector manufacturero no se recuperará. Mientras el Fondo Monetario Internacional recomienda una vez más reducir los salarios, aumentar los despidos, y recortar los beneficios a los desempleados, un comité parlamentario acaba de declarar que, si se sigue confiando en las fuerzas del mercado no quedará prácticamente nada de planta industrial de importancia en Inglaterra. La desindustrialización en aras del libre cambio será virtualmente total.

(Ahora que he visto de primera mano o leído diariamente los efectos del "monetarismo" o "neoliberalismo" en México me doy plena cuenta de que sus consecuencias en un país mucho menos rico e industrializado que Inglaterra han sido mil veces peores en todos los niveles, obligando a gente de todas clases a huir en busca de trabajo, y amenazando seriamente la subsistencia de nuestro idioma, nuestra cultura y nuestra independencia. Nota agregada algún tiempo después de escrito este artículo.)

X.- Sigue corriendo, Orquídea del Desierto, pero esta vez gana, por favor.

Llevamos ya seis meses desde que cayó la Sra. Thatcher, gracias a un tejemaneje electoral dentro del partido conservador, para ser sustituida por John Major. ¿Cuál es la situación ahora?

En primer lugar hay que admitir que el gobierno conservador, que sigue siendo el mismo de la Sra. Thatcher, ya que no ha habido elecciones generales, se ha estado devanando los sesos para encontrar un sustituto al "poli tax" o cobro por cabeza tan odiado por todos, ya que éste fue el motivo inmediato de su caída. Sin embargo no ha podido encontrar una solución que no sea igualmente odiosa para el pueblo en general, y que, al mismo tiempo, satisfaga a sus propios votantes, muchos de los cuales son propietarios de casas y hasta de mansiones y no quieren volver a un impuesto que se base en la propiedad. Volver a la situación anterior en que los impuestos que mantenían a los gobiernos locales y sus servicios se obtenían mediante un impuesto a la propiedad relativamente bajo no es posible porque se les ha ido retirando a las autoridades locales la contribución del gobierno central. Bajo Thatcher el gobierno ha metido al país en una camisa de fuerza en que se le quitan apoyos económicos y fuentes de ingreso a las autoridades locales, y sin embargo se les exige, por ley, que proporcionen los servicios básicos a los ciudadanos.

El 19 de marzo de 1991 Norman Lamont, el actual ministro de hacienda, presentó su presupuesto para el próximo año. Mientras se encuentra un sustituto aceptable para el cobro por cabeza se aumentó, por lo pronto, el impuesto al valor agregado, conocido como IVA en México, y VAT en Inglaterra. De un plumazo nos encareció la vida a todos, se incrementó la inflación, y se redujeron las posibilidades de recuperación de los negocios, que tienen que vender más caros sus productos por ser ellos a quienes les toca cobrar el IVA. La ventaja para el gobierno es que el cobro es automático y no hay forma de negarse a pagar el IVA. Esto le resuelve al gobierno el problema del cobro de los impuestos que ha resultado carísimo y hasta imposible en el caso del "poli tax". Por otra parte el Sr. Lamont aumentó el pago habitual en beneficio de los niños, a razón de una libra por semana por el primer hijo y 25 peniques por el segundo... suma ridicula de por sí que recupera el gobierno restando a los padres una libra por semana del beneficio de desempleo, para equilibrar. (Por cierto que los ingleses que surten a los hogares o negocios pequeños o medianos de mercancías o servicios tales como instalación de ventanas, venta de objetos usados o útiles de limpieza, aspiradoras o lavadoras de ropa, le dan la vuelta al IVA ofreciendo a cada cliente individual no cobrárselo, siempre y cuando no exijan recibo de lo pagado! Así tanto el comprador como el vendedor al menudeo le dan la vuelta al cobro automático del IVA, y se sienten orgullosos de burlar al gobierno, aumentar sus ganancias y abaratarles la vida a sus clientes.)

Como se ve, bajo el nuevo Primer Ministro el gobierno sigue siendo no sólo conservador, sino, en el fondo, thatcherista. El primero de abril entró en vigor la legislación que obliga a los hospitales a venderse mutuamente los servicios. Ya apareció la primera víctima: una señora a quien su médico general la mandó a un hospital para que le hicieran una operación se encontró con que el hospital se negaba a operarla si el despacho de su médico no la pagaba o no tenía un contrato previo con ese hospital. Se están anunciando cortes drásticos de médicos y enfermeras y hasta de departamentos enteros en algunos de los principales hospitales, y las listas de espera de pacientes necesitados de operaciones siguen aumentando (ahorita la cola es más o menos de un millón y la espera programada de un año o más). El último escándalo es que la Asociación Médica Británica, alarmada por la situación, pidió audiencia con el Primer Ministro para discutir la crisis en el sistema hospitalario pero éste no recibió a sus delegados, contestándoles por escrito que no había tal crisis. La educación sigue en las mismas con escuelas cerrándose y hasta cayéndose, y los maestros otra vez están a punto de irse a la huelga. Los científicos se quedaron chatos cuando el nuevo régimen les advirtió que no habría ni un penique más de lo previamente anunciado para la investigación científica, y además los regañó por ser malos administradores. Se sigue recortando el personal del tren subterráneo y está programada una huelga para protestar otra vez contra los despidos, los recortes en los servicios, y la falta de seguridad. Las privatizaciones siguen en marcha y el gobierno ha anunciado (o bien personal interno ha revelado a la prensa) planes para privatizar el sistema ferroviario, los correos, y las minas de carbón. Finalmente, y para acabar con broche de oro, el 15 de abril la prensa anunció que John Major había ordenado que se prepararan planes para la venta de los haberes de las autoridades locales en todo el país, que se convertirían en ley de ganar su partido las próximas elecciones. Los haberes incluyen entre otras cosas los puertos, los aeropuertos, y las líneas de autobuses locales.

Bueno, me preguntarán, y entonces, dado que Inglaterra es un país democrático, por qué no eligen otro gobierno? Quizás un gobierno laborista, o siquiera liberal? Momentito. Sí, hay elecciones, y los votos valen, pero las regías del juego son un tanto capciosas. El principal obstáculo que hay que vencer para el Partido Laborista o el Liberal Demócrata (una especie de injerto de conservador con ideas progresistas) es que el partido en el poder no está obligado a convocar a elecciones sino hasta que se cumplan cinco años de la última elección general, pero lo puede hacer cuando se le de la gana. Normalmente convoca a elecciones cuando está seguro de ganar, o sea cuando acaba de ganar una guerra, por ejemplo, o bien las pospone en espera de que mejore la situación económica, cuyas apariencias al menos puede manipular bajando los intereses, recortando impuestos o falsificando parcialmente los indicadores económicos. (Las cifras oficiales respecto al desempleo, la gente sin techo, etc., nunca corresponden a la realidad.) Además aplazar una elección puede servirle para influir en la opinión pública por todos los medios (incluso las campañas de propaganda negra y otros trucos sucios.)

Sin embargo, en estos días, la realidad de la depresión económica es algo imposible de ocultar. Basta con ir de compras para ver las filas de tiendas recién desocupadas, las puertas tapiadas, los anuncios de SE VENDE PROPIEDAD. O bien, como comentó en la prensa una escritora que vive en una calle por donde circulan necesariamente las filas de camiones cargados de mercancía, pipas de petróleo, etc. que atraviesan Londres rumbo al interior o a los puertos, basta ver como aumenta o disminuye el tráfico por esta calle para saber como anda la economía. De hecho al escribir este artículo final de la serie (2 y 3 de mayo de 1991) hubo elecciones locales en todo el país. Los laboristas triunfaron notoriamente, los liberales aumentaron su tajada, y los conservadores recibieron una paliza. Si hubieran sido elecciones generales, es casi seguro que el partido laborista las habría ganado, llevando a Neil Kinnock al poder. Pero el hecho mismo hace más improbable que haya tal elección general, que se esperaba para junio de este año. Ahora se espera en otoño, o de plano hasta el año que entra, cuando será inevitable. Al menos, claro, que John Major decida que es mejor convocar de una vez a elecciones, ya que la situación sólo puede empeorar. Cualquier cosa puede suceder. Como en las carreras de caballos.

Fue hace apenas en marzo de este año que Orquídea del Desierto, el fabuloso y mítico caballo blanco a quien adora el público, volvió a correr en Cheltenham, en pos de la copa de oro. Era, una vez más, el favorito (uno de sus rivales se había roto una pata y el otro tenía catarro), pero, como en el primer artículo de esta serie, volvió a obtener el tercer lugar, y no el primero, como ansiaba el grueso del público. Es lógico, ya que el caballo tiene 12 años, y, aunque se merece un lugar en los mármoles griegos del museo británico por la nobleza de sus líneas, su actitud tranquila y triunfadora, y, sobre todo, por sus ojos, inteligentes y pensativos, todas estas cualidades no aseguran la inmortalidad en la tierra, sino sólo en los sueños. Por cierto que también el Dinero de Norton perdió, por haberse tropezado y caído en el catorceavo obstáculo.

Resulta tentador hacer una relación poética entre el partido laborista y Orquídea del Desierto. El partido laborista tiene planes concretos y razonables, tiene la popularidad entre una parte importante de los electores, a pesar de sus muchas componendas que lo alejan de la extrema izquierda pero lo acercan cada vez más al partido conservador. DEBERÍA ganar. Pero no tiene el dinero de los sindicalistas porque el desempleo ha sangrado a los sindicatos, no tiene el respaldo de los poderosos ni de la CÍA (que influye, tras bambalinas pero demostrablemente, en estas y otras elecciones), ni tampoco tiene la entera confianza de la clase media, siempre temerosa del socialismo (que me sospecho le huele a comunismo). Aunque, por un corto tiempo, en que los hombres de negocios estuvieron escuchando sus argumentos y sus planes y encontrando que eran la mejor garantía para una recuperación económica, y aunque en Estados Unidos se recibió a Neil Kinnock y a su futurible ministro de finanzas John Smith, y se les escuchó con atención y hasta con esperanza, la verdad es que los ricos e influyentes de este y del otro lado del Atlántico prefieren un partido conservador que pueda ganar las elecciones. Por eso consideraron la posibilidad de respaldar a Kinnock y al partido laborista cuando era evidente que la Dama de Hierro las perdería. Y por eso están cerrando filas tras el conservador, ahora que lo encabeza un joven encantador de cabellos grises, mirada sonriente y palabras corteses.

¡Adiós, Orquídea del Desierto, te recordaremos siempre, y seguiremos apostando a tu favor mientras sigas corriendo!

EPILOGO

La importancia del caso de Inglaterra y las vicisitudes que produjo allí la adopción del monetarismo sin concesiones es el hecho de que fue, precisamente, Inglaterra, el país que sirvió de punta de lanza de la ofensiva norteamericana por imponer en todos los países que se pudiera su ideal de mercado común. De hecho se intentó primero que todo y gracias a la colaboración de Inglaterra en Escocia, con objeto de ver si era posible convencer a los escoceses de adoptar el monetarismo. Una vez que se les impuso y que comenzó a funcionar en Escocia se aplicó en Inglaterra. Con objeto de convencer a los ingleses se organizaron dos series de programas televisivos explicando la necesidad del monetarismo, tal como lo explica su creador y primer propagandista, Milton Friedman.

En la introducción a su libro "Free to Choose" ("Libres para escoger") se refiere al primer libro que escribió sobre el asunto, "Capitalism and Freedom" ("Capitalismo y Libertad") que fue publicado en 1962 por la Universidad de Chicago, y "que examina el papel del capitalismo de competencia, o sea la organización de mayor parte de la actividad económica mediante empresas privadas que operan en un mercado libre - como un sistema de libertad económica y una condición indispensable de la libertad política", y define el papel que debe desempeñar el gobierno en una sociedad libre.

Esto aclara perfectamente los objetivos políticos que se persiguen al propagar dicho sistema económico. De hecho "Libres para escoger", publicado en 1980, no sólo fue publicado también en Inglaterra en la colección Pelican de libros de bolsillo, sino que se utilizó para hacer una serie de 10 programas de televisión que se presentaron en 1977 y que se volvieron a pasar completos después de algunos meses. También hubo una serie de conferencias en universidades inglesas en donde Milton Friedman explicaba al público sus ideas y contestaba preguntas al respecto, y que tuvieron un gran impacto, reforzado por los programas de televisión.

De hecho el interés de los Estados Unidos en propagar dicho sistema como el único compatible con la libertad, y convencer a los países europeos de adoptarlo, tuvo en gran medida éxito, y produjo, a la larga, la situación que vemos ya en los primeros años de este siglo, cuando los obreros calificados de países industrializados no encuentran trabajo en su propio país, y se ven obligados a viajar a otros países en busca de trabajo para poder sostener a su familia... que, además, se queda en el país de origen, produciendo una situación penosa para la familia. Aunque después de la caída del sistema soviético, nadie teme al comunismo porque ya no existe en el primer país comunista del mundo, y el antiguo imperio soviético se está desgajando a pedazos que luchan entre sí, y que en América Latina ya hay países que están metiendo reversa, después de sufrir las consecuencias de la aplicación de un "monetarismo" o "neoliberalismo" sin concesiones (al estilo del que aplico Margaret Thatcher en Inglaterra con las consecuencias que describo) la verdad es que resulta muy difícil escaparse del sistema de Friedman una vez que se ha aplicado por algún tiempo. En el caso de México, en donde se aplicó primero por Carlos Salinas de Gortari, y luego por Zedillo, y luego, ya en grande, por el presidente Fox, monetarista apasionado, el éxodo de los campesinos primero y luego de sus familias hacia Estados Unidos, tiene un saldo de pueblos con casas edificadas con el dinero de los que se fueron, pero que ahora sólo habitan los abuelos y, si acaso, alguno que otro niño.

Es cierto que algunos países latinoamericanos ya están metiendo reversa, y, gracias al petróleo de Venezuela, quizás logren cambiar de rumbo, pero no hay que olvidar que los Estados Unidos seguirán luchando por todos los medios, limpios o sucios, por impedirlo.

Es por eso que vale la pena recordar lo que ha sucedido en otros países, para enterarse, en la medida de lo posible, de su historia, evitar la copia ciega de los modelos ajenos, y meter reversa a como dé lugar, si es necesario.