Libro
Encuentros casuales, largamente meditadas redenciones
Premio Villaurrutia 1978
y porque estás siempre haciendo poemas en el regazo déla muerte
te odio Humanidad
e. e. cummmgs
Atando cabos
Irse para Volver
La siguiente colección de poemas no tiene pretensiones antológicas tales como la de cubrir una época de la poesía norteamericana, destacar a los mejores poetas de la misma., ni siquiera la de escoger los mejores poemas de cada poeta presentado, ni dar una idea representativa del conjunto de su obra. Se reduce simplemente a recopilar traducciones hechas en el transcurso de los años, con diversos pretextos o simplemente por gusto, de poemas que me parecen excepcionalmente buenos, y que me parecería triste que se perdieran, entre tantas hojas de revistas y suplementos que datan, algunos, de principios de los sesentas, o que no han sido publicados jamás. Advierto, por lo tanto, que no hay un criterio único que rija la selección, y que el lector deberá contentarse con gozar de cada poema o cada poeta presentado sin consideraciones exteriores al mismo, tales como su inserción en tal o cual generación, grupo, escuela, o corriente estética.
Los poetas incluidos van de la fama a la oscuridad más absoluta. Alien Ginsberg y Sylvia Plath, que tan poca relación tienen entre sí, fuera de la coincidencia temporal (ambos escribieron en los cincuentas), son de todos conocidos. Sylvia Plath se ha vuelto incluso un nuevo mito literario que sirve para glorificar tanto el suicidio como el feminismo. Afortunadamente su obra trasciende tales interpretaciones y no se necesita conocer su biografía para sentirse hondamente sacudido por su lectura. Ginsberg esta plenamente identificado con la corriente "Beat" de los cincuenta, el llamado "renacimiento de San Francisco", del cual fue también uno de los creadores y promotores Lawrence Ferlinghetti, cuya labrería y editorial City Lights Books, fue un centro de difusión importante para esta corriente. Es curioso anotar que Ferlinghetti sufrió cárcel por publicar Howl, de Ginsberg, ya que se consideró a este poema obsceno y ofensivo para la moral norteamericana. Sin embargo, como culquier lector se dará cuenta al leerlos, ambos poetas no podrían ser más distintos, y aunque los dos tienen sentido del humor, hasta sus respectivos sentidos del humor son tan distintos como su poesía. Los poemas de Jerome Rothenberg tienen un aire misterioso y surrealista, son delicados, hondamente sugerentes y se quedan en la memoria. La evolución posterior de Rothenberg, sin embargo, lo ha alejado de esta primera época, influyendo en él sus investigaciones etnológicas por las cuales se ha convertido en traductor y compilador de poesías indígenas y, en colaboración con Charles Doria, en coeditor y traductor de poemas cosmogónicos de diversas tradiciones. Lew Welch es un ilustre desconocido. El poema que de él incluimos apareció en versión de Tomás Segovia en la Revista Mexicana de Literatura de enero-febrero de 1962, gracias a Denise Levertov, que influyó en la selección de nuevos poetas norteamericanos presentados en dicho número.
Lo incluyo en este libro porque me gusta mucho, porque es imposible encontrar en ninguna biblioteca ni librería obras de Lew Welch, y porque su nombre no aparece siquiera en ninguno de los diccionarios de escritores norteamericanos que haya podido consultar. Pienso, pues, que incluir su poema en esta colección es una
forma de rescatarlo del olvido total
Algo parecido sucede con Tim Reynolds quien, a pesar de tener cuando menos seis libros publicados, algunos por Harcourt Brace, lectores entusiastas y una solidez intelectual poco común debida a su formación clásica y su conocimiento de la literatura inglesa y norteamericana, tampoco aparece ya en los diccionarios de escritores ni es conocido de los críticos norteamericanos con quienes he podido hablar recientemente. En el caso de Reynolds, a pesar de las alusiones cultas, el lector no necesita estar enterado de que está pensando en De rerum naturae, de Lucrecio, por ejemplo, cuando escribe "vienen para irse y se van para venir"; en "In Memoriam, el Che," es evidente la alusión a los mitos órficos y afines según los cuales el dios es despedazado, enterrado, y renace de la tierra cada primavera. Ronald Johnson también abunda en alusiones cultas (/,ue en su caso tampoco oscurecen al poema sino que lo enriquecen, que son, de hecho, su materia) intercalando, al estilo de Poundy Eliot, citas textuales cuyas fuentes da en el texto mismo. A pesar de este cultismo su poesía tiene un aspecto eufórico, extático y místico, de compenetración con la naturaleza, absolutamente único. La experimentación visual que se aprecia ya en los poemas incluidos lo llevó más tarde hacia la poesía concreta. Diane Wakowski va más allá del surrealismo en un autoanálisis que bucea en el subconciente con resultados sorprendentes. Si bien no figura entre los grandes nombres que se manejan oficialmente, o sea en las revistas en que escriben los críticos famosos o en los cursos de las universidades influyentes, que suelen padecer del mismo tipo de ceguera selectiva en todas las épocas y en todos los países, Wakoski tiene una amplia obra y una reputación muy alta entre sus lectores. Ron Loewinsohn es el poeta de quien menos datos tengo (con excepción de Lew Welch, de quien no tengo ninguno) A pesar de lo poco conocida que es su poesía me parece excelente, de una sutileza analítica e intímista y un poder de visualización que le da un carácter enteramente personal que no depende de piruetas verbales o estilísticas de ningún tipo. Quincy Troupe que, por cierto, es negro, tiene un ritmo verbal e imaginativo casi mágico que recuerda poderosamente a Dylan Thomas (a quien sólo leyó después de que le señalaron el parecido), pero cuyo mundo ha perdido la inocencia del que canta el poeta gales.
Aclaré desde un principio que ésta no es una antología en la que pretenda incluir a todos los mejores poetas norteamericanos de los últimos treinta años: Semejante antología podría no ser mucho más amplia que esta, pero supondría años de trabajo ] intensivo, viajes de investigación a bibliotecas y librerías especializadas, etc., etc., tarea que, francamente, ni puedo emprender ni me tienta mucho que digamos. Sin embargo, quiero aclarar que todos los poetas incluidos entrarían en dicha antología si yo la hiciera; todos me parecen extraordinarios y no quiero dejar de rendirles el homenaje de decirlo, y de invitar al lector a leer aunque sea esta brevísima selección de su poesía.
Isabel Fraire D. F., abril de 1981